El horno de Valentín
- tartessosmadrid
- 20 oct 2022
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 28 nov 2022
Cómo nos hicimos sin querer una cata de tartas austrohúngaras en el afán de probar cosas
Autora: Paloma Caballero
En nuestra misión de redactar una entrada que tuviese como protagonista la imagen, pensamos que sería una idea original elaborar un breve reportaje sobre alguna pastelería en nuestro entorno con la que no estuviésemos familiarizadas, y posteriormente realizar una cata conjunta de aquellos dulces que nos llamasen más la atención, valorando cada uno.
Pensamos que, dado que aún nos estamos recuperando económicamente de los efectos de la pandemia, sería conveniente centrarnos en pastelerías locales, que no formasen parte de cadenas, y así promocionarlas al público. La semana pasada os hablamos sobre Avoca, que, al fin y al cabo, forma parte de una empresa gigante.
Hoy os ofrecemos algo diferente, un pequeño horno en plena Calle Madrid de la ciudad de Getafe, al sur de Madrid: El horno de Valentín. Sin duda, es el lugar perfecto por el que parar de camino a casa al salir de una tediosa mañana en la facultad, para pillar algún capricho al que hincarle el diente. Y eso es exactamente lo que hicimos nosotras.
El horno de Valentín es llamativo a la vista desde el exterior. Está pintado de rosa, al fin y al cabo, igual que su cartel, que sirve a modo de expositor. El local, pese a ser pequeño en la zona abierta al público, prepara gran variedad de dulces, muchos de ellos de temporada. Entre estos últimos identificamos rápidamente los huesos de santo, unos rellenos de chocolate y otros de dulce de yema, preparados para el Día de Todos los Santos, el próximo 1 de noviembre.
El horno de Valentín, visto desde fuera, y en su interior. Fuente: Tartessos.
Como podemos observar en las fotografías, la estética del lugar, aunque simple, es amable, invita a entrar y a comprar algo, incluso a tirarte un buen rato hablando con los trabajadores. Cuando fuimos nosotras, sólo había un chico trabajando, y nos atendió de maravilla, todo hay que decirlo. Sí es cierto que le hicimos perder un poco el tiempo, ya que nos quedamos embobadas mirando la vitrina, sin tener muy claro qué escoger, ya que todo tenía una pinta que quitaba el hipo.
Expositor de dulces de El horno de Valentín. Fuente: Tartessos.
Al final nos decantamos por las siguientes tartas:
Amandina: de origen rumano, es un pastel hecho a base de capas, una de chocolate con caramelo, otra de fondant, y aquellas que tu imaginación te permita. Fue la elección de Montse para la cata conjunta, y, tras probarlo todas, ¡fue la favorita popular! Bizcocho mojado y un intenso sabor a chocolate…No apto para todos los públicos, pero a este le chifló.
Cremsnit: curiosamente también rumano, un clásico de la repostería austrohúngara. Pastel compuesto por dos capas de hojaldre, similares a las milhojas; y una crema de vainilla en medio. El cremsnit, que fue mi elección personal, quedó en segundo puesto en nuestro ranking. Buenísimo, dulce, aunque empachaba bastante. Entre las cuatro no pudimos con él. Desde luego, es un postre para ir comiendo poco a poco y distribuido a lo largo de varias comidas. Mejor, realmente, así dura más y se aprovecha triple.
Pastel de brazo de gitano con relleno sabor a chocolatinas Snickers: elección de Paula. Se trata del tradicional postre de origen húngaro (con la tontería hemos hecho una cata de tartas procedentes del Este de Europa sin darnos cuenta), aunque customizado, cambiando el relleno por un sabor más conocido y que genera tantísimos ingresos. Brazo de gitano que sabe a Snickers…es como una palmerita sabor Kinder Bueno (que también la probamos, aunque no entra en la categoría de tartas, así que la obviaremos en esta valoración.
Simulación de bollo borracho relleno de nata: Este no gustó tanto. Le hemos bautizado así por ponerle un nombre que quede para el recuerdo. El bollo borracho sí es de origen español, así que, definitivamente, se sale de nuestros parámetros allá por donde mires. Vale que el bizcocho de la Amandina estaba mojado y era un punto destacable a su favor, pero este es que estaba empapado. Vamos, que es que dejó hasta huella encharcada en la bandejita de cartón que nos dieron en la pastelería. Carlota fue la que lo escogió, y bueno, aún lo sigue asimilando. El bizcocho, empapado, sabía fuertemente a lo que creemos que era alcohol. No nos meteremos en un berenjenal en esta valoración ya que para gustos colores, e igual esa es la forma correcta de elaborar este dulce. Sólo diremos que, a nosotras, en lo personal, no nos hizo mucha gracia. Entre la masa, y la nata del relleno, que nos pareció un tanto insulsa para el potencial que tenía; nos quedamos un poco chafadas.
Algunos de los dulces elaborados en El horno de Valentín, vistos desde cerca. Fuente: Tartessos.
Sin embargo, ¡esto es totalmente subjetivo! Y es por eso por lo que daremos a esta entrada un carácter de mini foto-reportaje, para que juzguéis vosotros como lectores y apasionados del dulce y de las tartas. No calificaremos con número ni con estrellas, sino que, más bien, ¡os animamos a vosotros a hacerlo! ¡Que las fotos hablen por sí solas! ¿Qué puntuación le daríais a cada tarta? ¿Y a El horno de Valentín? Nosotras, definitivamente, estamos encantadas, y probaremos algunos dulces que sean más pequeños, ya que llenan mucho. El lugar exprime sus posibilidades y el personal es amable y atento. ¿Qué más se puede pedir?
Al final, ir a comer tarta con tus amigos es eso, una experiencia en la que intervienen muchísimos factores que determinarán si es un plan inolvidable.

Los dulces que compramos las integrantes del equipo Tartessos para realizar la cata. Fuente: Tartessos.
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